Parece lo más sencillo del mundo, pero respirar por la nariz es una costumbre que se está perdiendo, en favor de la respiración por la boca.
El problema aparece sobre todo cuando hablamos: para poder continuar con nuestros monólogos y no dejar la pausa necesaria entre frase y frase, en vez de tomar el aire por la nariz, lo hacemos por la boca: es más rápido y entra más… sólo que entra por el agujero equivocado.
Respirar por la nariz implica el calentamiento y humidificación del aire antes de penetrar en el cuerpo, proceso fisiológico indispensable para el mantenimiento de la Salud y los mecanismos de auto-regulación del cuerpo. Se filtra el aire gracias a los cornetes, con lo cual el aire se limpia de impurezas, pero además se le imprime un impulso adicional para que llegue a la profundidad pulmonar (los cornetes son conocidos también como las “turbinas” nasales). Aumenta así la capacidad de oxigenación de la sangre, su combustión y purificación profunda, constituyendo la primera y más efectiva defensa del cuerpo. Y todo este “buen hacer” se pierde cuando, de forma inconsciente, empleamos la respiración bucal: enfriamos el medio interno, introducimos el aire por el esófago (que no alcanza correctamente los pulmones), y de paso “secamos” el estómago y lo acidificamos, preparándolo para una futura úlcera.
Se necesita “ser conscientes” de nuestra respiración en todo momento, pero como hemos dicho antes, sobre todo cuando hablamos, para pausarnos y reprogramar la inspiración nasal.
Pero a veces también se necesita equilibrar los huesos del cráneo, en especial el frontal, etmoides, maxilar superior y esfenoides, para que la mecánica respiratoria quede lo más libre posible, y facilitar así la entrada de aire. Todos aquellos que dicen que “no pueden” respirar por la nariz, probablemente presenten una mala disposición espacial de estos huesos, que se pueden normalizar con fisioterapia craneal.
¿Si es así, no dudéis en poneros en contacto con nosotros para poderos ayudar.
Que respiréis bien.