Adquirimos muchos hábitos creyendo que son saludables: los hemos escuchado por la tele, los hemos leído en muchas revistas de salud o incluso nos lo ha aconsejado nuestro nutricionista de confianza.
Uno de estos consejos puede ser que, para tener una dieta equilibrada y sana, precisamos comer muchas frutas y verduras… seguro que hasta vuestras madres, bienintencionadamente (repito), os lo han hecho ver muchas veces.
Con el artículo de hoy no vamos a desmentir tal aseveración, pero sí matizarla convenientemente, pues la experiencia nos muestra que no siempre comer alimentos fríos o crudos es sano, y que incluso puede ser bastante perjudicial… lo explicaremos a continuación:
La salud del ser humano, que es un animal de sangre caliente, depende en gran medida del mantenimiento de la temperatura corporal, que es más o menos unos 36.5 grados Celsius. Los mecanismos fisiológicos que se encargan de mantener constante esta gradación se conocen como mecanismos homeostáticos o de auto-regulación.
Mantener el calor del cuerpo es imprescindible para el metabolismo hepático, la circulación de la sangre, el movimientos intestinal y el buen funcionamiento muscular (toda preparación muscular para una actividad física se conoce como «calentamiento»). Calor es sinónimo de actividad y expansión, mientras que el frío es parálisis y retracción.
¿Y a qué viene toda esta información? Pues para entender que las frutas y las ensaladas con verduras crudas, y las bebidas frías que tanto se consumen en el sur, bajan radicalmente la temperatura del cuerpo una vez que se consumen, poniendo en marcha los mecanismos homeostáticos que intentarán devolver la normalidad térmica: el corazón palpita entonces más fuerte y a mayor frecuencia, la circulación sanguínea se acelera y se destina mayor volumen de sangre a los órganos para salvaguardarlos, dejando a la piel y los músculos (menos prioritarios para la supervivencia) desprovistos de glucosa y alimentos.
Si esta práctica es esporádica, el cuerpo sano tiene capacidad de respuesta sin que aparezca síntoma alguno. Pero si lo hacemos con frecuencia, y cenamos normalmente ensaladas con un yogurt, o fruta, o nos atiborramos de refrescos fríos, o cerveza bien fría o agua directamente sacada de la nevera… pronto el cuerpo comenzará a protestar.
El síntoma primero es la taquicardia: el corazón se acelerará sin que hayamos hecho ningún esfuerzo… podremos notar incluso fuertes palpitaciones. Es el intento del cuerpo de calentar un medio que se ha enfriado bruscamente.
La musculatura, con falta de sangre, se contracturará (la glucosa ayuda sobre todo a «relajar» los enlaces de actina y miosina) y nos encontraremos un músculo rígido y dolorido.
El intestino delgado, también obviado por el torrente sanguíneo para hacer frente al descenso de temperatura, no podrá asimilar el alimento: la consecuencia es que tendremos con frecuencia episodios de diarrea, que se alternarán con estreñimiento, pues el peristaltismo del colon se enlentecerá.
Pueden aparecer episodios diarios de febrícula, sin que haya infección de por medio ni alteraciones en la analítica, y que podrá justificarse por los mecanismos desproporcionados de respuesta del cuerpo al enfriamiento continuo.
Los casos más extremos pueden llevar a la persona a la pérdida de conciencia, con desmayos y lipotimias «inexplicables», y que nosotros entendemos obedecen a la falta de riego sanguíneo momentánea del cerebro por hipotermia general.
Entonces… ¿En qué momento se pueden consumir frutas y alimentos crudos sin miedo a perjudicarnos? Pues lo más conveniente sería incluirlas en el desayuno, almuerzo o entre las comidas, pero nunca nunca en la cena, y aún menos en invierno, cuando el cuerpo tiene mayor necesidad de guardar el calor. Ya lo dice el refrán: «El melón por la mañana, oro; por la tarde, plata; y por la noche: mata».
Y con respecto a las bebidas frías, desmentir rotundamente que ayudan a refrescarnos, pues logran en realidad un efecto rebote en el cuerpo, como hemos visto, para aumentar la temperatura corporal. En verano, mejor consumir bebidas calientes, que ayudarán a romper a sudar y a refrescarnos… al igual que hacen en los países realmente cálidos, donde acostumbran a tomar té y comidas picantes para adaptarse al calor.
Si usted, querido paciente, tiene alguno de estos síntomas, por favor, deje de enfriar su cuerpo: evite el agua de la nevera, el hielo de los refrescos y la «cerveza bien fría». Evite acostarse con una ensalada y un yogurt en el cuerpo y cene algo calentito y cocinado, pues le irá mucho mejor.
Si los síntomas persisten incluso adoptando estas medidas, póngase en contacto con nosotros, pues podremos ayudarle a devolver la eficacia a su sistema de homeostasis y así recuperar la temperatura corporal y fisiológica.
Que pasen unas felices y sanas fiestas.